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vistos desde una perspectiva cargada de extrañeza, algo irónica, irremediablemente melancólica.







jueves, 20 de marzo de 2008

Crónica nº 10: De ilusiones rematadas (agosto 2005)

Días atrás, tuve oportunidad de ver "Se rematan ilusiones", asombrosa película argentina que narra las desventuras de José Luis, un joven soñador que inventa un método para fabricar bolsas para acopiar cereales, tan resistentes como las bolsas importadas (únicas existentes en el mercado), pero mucho más económicas. El primer escollo que debe enfrentar José Luis es la dificultad de encontrar ayuda financiera. Su padre se opone a la iniciativa, no admite que su hijo se involucre en un proyecto de incierta concreción en lugar de aceptar la seguridad del empleo público que él mismo le ha conseguido. Fuera de su casa, no le va mejor: nadie quiere arriesgarse invirtiendo en una empresa que no garantiza ganancias. El consejo unánime que recibe el protagonista a lo largo de su infructuosa recorrida es contundente y desalentador: "no te metás, pibe".

Cabeza dura como todo soñador, José Luis apela a un recurso extremo para conseguir su objetivo: una tarde se trepa peligrosamente a una larga antena y logra así que una multitud de curiosos se congregue a sus pies. Entonces, desde las alturas, mientras el viento amenaza con hacerlo caer, el joven arenga a la muchedumbre con un discurso impactante y conmovedor, cargado de idealismo. Con toda la vehemencia de la que su convicción lo hace capaz, José Luis reclama que la sociedad no le dé la espalda a la juventud, reivindica a los gritos el derecho a ensayar opciones creativas, cuestiona la decisión de quienes prefieren abandonarse a la comodidad de un puestito en el Estado, fustiga la mezquindad de los grupos económicos que eligen seguir alimentando al capital extranjero antes que apostar al desarrollo de la industria nacional. Por los comentarios que generan sus encendidas palabras, queda claro que la mayoría de los que están agolpados en la calle escuchándolo, sólo ve en él a un loco que está subido a una antena y no entiende el hondo sentido de su mensaje. No obstante, su prédica rinde sus módicos frutos: para convencerlo de que se baje, un senador le ofrece un subsidio.

Con ese mínimo adelanto, el proyecto se pone en marcha. José Luis y un puñado de entusiastas amigos instalan su modesta fábrica de bolsas y comienzan a producir. Sin embargo, deben enfrentarse ahora a un nuevo problema: hasta que el ente administrativo correspondiente no otorgue su aprobación respecto de la calidad de las bolsas, éstas no podrán salir a la venta. El trámite, le informan, llevará al menos tres meses.

Desesperado, José Luis trata de explicar que su emprendimiento no admite semejante margen de espera, pues hay numerosos compromisos financieros que debe cumplir en breve. Su reclamo es vano; el burócrata de turno le muestra una estantería atestada de expedientes: todos están en lista de espera antes que el suyo.

Mientras tanto, enterada de la potencial amenaza a sus intereses, la empresa importadora que posee el monopolio de la venta de bolsas a las empresas cerealeras, empieza a mover sus tentáculos. Paga todas las deudas de su minúscula competidora, se convierte de ese modo en su único acreedor y comienza a presionarla exigiendo lo imposible. La habilitación estatal no llega a tiempo. Asfixiada, la flamante Pyme no puede hacer frente a las deudas y sus instalaciones, luego de ser embargadas por la empresa monopólica, van a remate.

Se sabe, no está bien visto contar el final de una película a aquellos que no la vieron, de modo que no voy a incurrir en tal imprudencia. De todas maneras, con lo hasta aquí narrado alcanza y sobra para advertir que el argumento no tiene nada de original. La película no exhibe ningún costado desconocido de la realidad argentina, no hay en ella ningún conflicto que no se pueda encontrar en cualquier diario o noticiero. ¿Por qué tomarse el trabajo de dedicarle estas líneas, entonces?
Solamente para compartir este dato: "Se rematan ilusiones" fue filmada... en 1944.

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