La actualidad, lo cotidiano, el mundo de las letras, la música, el fútbol, el cine, los afectos,
vistos desde una perspectiva cargada de extrañeza, algo irónica, irremediablemente melancólica.







martes, 12 de mayo de 2020

Crónica n° 89: Minicrónica en cuarentena #3 (abril 2020)


Enciendo la tele y pongo un canal de deportes. Están pasando los mejores goles del Burrito Ortega. Veo jugadores corriendo detrás de la pelota, veo multitudes poblando las tribunas, y me pregunto: ¿cuándo sucedió todo eso? ¿En qué era geológica? Me siento como si estuviera mirando un documental sobre la 1ra. Guerra Mundial. Peor aún: el testimonio fílmico de una civilización extinguida. Cuesta digerirlo, pero sí; TyC Sports se ha transformado en History Channel.

Recuerdo que hace poco, el mes pasado, andaba preocupado por la campaña de Colón en la Superliga, y ahora esa preocupación se me antoja un desvarío. Mi hábito de buscar en Internet información sobre los partidos jugados se ha vuelto anacrónico, un empeño actualmente tan absurdo como el de alguien que se obstinara en googlear: "10 tips para alimentar correctamente a su mamut:".


Entre el tele y yo está la mesita blanca de plástico, la que abollé sin querer de un puñetazo gritando aquel gol de Alario contra Olimpo en el cuarto minuto de descuento. La mesita  me interpela; la cicatriz que dejé sobre su superficie me recuerda que sí, que todo eso ocurrió de verdad, que hubo un tiempo en que el fútbol era algo real, vivo. Pero con eso no alcanza; al fin y al cabo, también es cierto que en el Museo de la Iglesia de San Francisco está la famosa mesa con la marca del tigre, y sin embargo cualquiera sabe que ya no circulan yaguaretés por el Parque del Sur.

¿Tendremos que resignarnos a que el fútbol se vuelva material de museo, territorio irreversible de nostalgias?  ¿Quedará limitado a su dimensión virtual, reducido a ser sólo un juego de  Play Station? Vaya uno a saber. Sé que en nuestro horizonte hay incertidumbres más graves por las cuales alarmarse, pero qué quieren que les diga  no me gusta imaginar un mundo en el que decir "Rojo y negro" no tenga más sentido que el de citar una novela de Stendhal. Un mundo desabrido en el que festejar un gol sea una expectativa tan insensata como la de ponerse a esperar que pase  el 17 para ir a la Rambla López a tomarse una Spur Cola.


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