La actualidad, lo cotidiano, el mundo de las letras, la música, el fútbol, el cine, los afectos,
vistos desde una perspectiva cargada de extrañeza, algo irónica, irremediablemente melancólica.







martes, 12 de mayo de 2020

Crónica n° 88: Minicrónica en cuarentena #2 (abril 2020)


Húmeda y gris, la mañana se despereza lenta sobre la plaza de Rincón. En el cajero automático de la esquina ya hay más de treinta personas que hacen cola, guardando la aséptica distancia impuesta por el miedo. Pero la cola no avanza y la desalentadora inmovilidad se traduce en una corriente nerviosa que recorre la fila hacia atrás y hacia adelante bajo la forma de preguntas impacientes y respuestas conjeturales. "El cajero está muerto". "¿No tiene plata?". "Dice que está temporalmente inhabilitado". "¿Lo van a arreglar rápido?".

Enfrente, por la vereda de la plaza, en rumbo paralelo a la cola, circula un linyera. Zapatillas rojas desarmadas, remera deportiva cubierta por un abrigo agujereado, gorra amarilla de Globo coronando su cabeza, una mano deforme apoyada sobre un bastón precario, la otra sosteniendo un gastado bolso de compras, el hombre seguramente, menos viejo de lo que parece mira la cola y saluda a algunos conocidos. Al llegar a la garita, le consulta algo por lo bajo al muchacho que espera el colectivo. Entonces detiene su marcha. Su figura decadente queda transitoriamente enmarcada por la grandiosidad del árbol de la esquina. Desde allí pasea su mirada algo perdida a lo largo de la fila de preocupados aspirantes a utilizar el cajero. Lo hace como quien mira los restos de una civilización que se ha extinguido y luego exclama:

_¿Así que no hay plata?

Después, sigue arrastrando sus pasos en dirección al este. El sol introvertido de otoño no se decide a iluminar esa mueca suya que, en caso de que el hombre tuviera dientes, podría ser calificada como una sonrisa burlona.

 

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