La actualidad, lo cotidiano, el mundo de las letras, la música, el fútbol, el cine, los afectos,
vistos desde una perspectiva cargada de extrañeza, algo irónica, irremediablemente melancólica.







lunes, 3 de octubre de 2011

Crónica n° 71: Contemplo el río (septiembre 2011)

Sentado en la barranquita, a la sombra de unos aromos de ramas lánguidas, contemplo el río. La primavera estalla en la mañana como una fruta jugosa que derrama sus colores sobre el paisaje. El viento del norte, suave pero insistente, arroja hacia mí certezas de azahares cercanos y un alboroto de patos que repica en las islas de enfrente.



Contemplo el río. El agua fluye morosa, casi imperceptiblemente, con un andar lento de serpiente perezosa. Sólo el bamboleo tenue de algunos camalotes viajeros delata, aquí y allá, la existencia de la pacífica corriente.


Contemplo el río y siento que su mansedumbre desnuda, sin margen para excusas, la descomunal estupidez de nuestras civilizadas urgencias, la sinrazón monumental de tanta neurosis cotidiana. El río fluye, simplemente fluye. El río no sabe que es río, sólo lo es. No se sobrevalora ni se subestima. No se apura, no se angustia por llegar a su desembocadura. No contamina su propia fluidez con miedos congénitos ni culpas adquiridas. Simplemente, fluye.


Contemplo el río y, en cierta forma, envidio su sabiduría celular, la manera irrazonada en que sabe lo que tiene que hacer. Me gustaría reducir, igual que él, los términos de la ecuación a 1, desanudar la correa de la conciencia, desterrar las palabras y ser uno con el universo, armonizar plenamente con el paisaje. Cierro los ojos, inspiro profundamente el aire templado de septiembre y dejo que el viento me atraviese, que transcurra a través de mi. Es inútil: un instante después, un aleteo entre el follaje me hace pensar “pájaro”, una fragancia silvestre me lleva a nombrar “primavera”, y entonces la efímera unidad se disuelve en múltiples estímulos y sus correspondientes sensaciones. Vuelvo a ser, apenas, un hombre que contempla el río.


Contemplo el río. No hay sitio aquí para las disonancias de la ciudad y los perversos silogismos que ella impone. Todo lo que no está entre este horizonte y yo ha quedado muy lejos, a tantas horas-luz de esta calma de domingo, que su existencia parece no tener más densidad que la borra de un sueño evanescente.


Sentado en la barranquita, a la sombra de unos aromos de ramas lánguidas, contemplo el río. Gozosamente, contemplo el río.

3 comentarios:

Carmela dijo...

Hola Alfredo, no sé cómo llegué a este sitio pero afortunadamente y enbuenahora llegué. Tenés una forma de escribir preciosa, desenfadada y con un deslizamiento que va llevando al lector. Casi me parecía estar ahí mismo contemplando el río también, lindas imágenes. " Contemplo el río y siento que su mansedumbre desnuda, sin margen para excusas, la descomunal estupidez de nuestras civilizadas urgencias, la sinrazón monumental de tanta neurosis cotidiana. " Me encantaron los pasajes donde trazás el contraste con lo urbano. Una sensación tal cual tuve cuando viajé por el norte. Un saludo y felicitaciones por lo que hacés...

Alejandro Franco dijo...

Con la más absoluta simpleza, Aldredo, sólo puedo decirte que esto que escribiste del club de "no saludar" está de lo más hermoso y sentido. Desde que tuve la oportunidad de leerte por vez primera, quedé prendado de tus letras. Vaya un saludo afectuoso desde México para ti y tu familia. Cordialmente,
Alejandro Franco.

Alejandro Franco dijo...

Con la más absoluta simpleza, Aldredo, sólo puedo decirte que esto que escribiste del club de "no saludar" está de lo más hermoso y sentido. Desde que tuve la oportunidad de leerte por vez primera, quedé prendado de tus letras. Vaya un saludo afectuoso desde México para ti y tu familia. Cordialmente,
Alejandro Franco.