La actualidad, lo cotidiano, el mundo de las letras, la música, el fútbol, el cine, los afectos,
vistos desde una perspectiva cargada de extrañeza, algo irónica, irremediablemente melancólica.







viernes, 8 de mayo de 2009

Crónica nº 50: Bernie Rubens se hace hombre (mayo 2009)

Manny Rubens es un tipo inseguro, de esos que revisan maniáticamente tres veces si cerraron bien la puerta del auto o si la luz quedó apagada. Es también un hombre gris, sin vuelo, opacado desde su infancia por el carisma de su hermano Jimmy, frente al cual no puede dejar de sentirse inferior. Si fuera uruguayo, podría concebírselo escapado de algún cuento de Benedetti, pero es inglés, judío y vive en esa Londres cuyo ritmo cotidiano comienza a verse alterado por el inminente inicio del Mundial de fútbol de 1966.

Manny está casado con Esther y tiene dos hijos: Alvie y Bernie. Alvie es abiertamente el preferido y las expectativas de la familia Rubens están depositadas en él. Bernie, en cambio, no las tiene todas consigo: es miope, usa anteojos, padece asma y siente, con fundamentos, que en su casa nadie le presta atención. A los 12 años, su existencia parece condenada a pasar inadvertida ante los ojos de los otros, deslucida -casi como en un calco de la historia paterna- por la de su hermano mayor.

Hay para Bernie, sin embargo, un motivo de esperanza: se aproxima el momento de su Bar Mitzvah, la ceremonia religiosa en que -tal como le enseña el rabino ciego que lo adoctrina- "un judío se hace hombre". Más concentrado en los festejos que en el costado espiritual del asunto, Bernie piensa que su Bar Mitzvah es la ocasión ideal para reivindicarse y empezar a tener luz propia. Carente de criterio realista, escribe invitaciones destinadas a judíos famosos y fantasea con una fiesta para 250 personas en el mejor salón del barrio.

Dos obstáculos amenazan con arruinar sus planes. Uno de los enemigos es invisihle a sus ojos de niño: la decadente situación económica de su familia. Porque un buen día se instala en el vecindario un gran supermercado y las ventas del negocio de su padre empiezan a derrumbarse estrepitosamente. El otro peligro es el Mundial. Porque la fecha programada para la final del torneo es la misma que la prevista para su Bar Mitzvah, y semejante coincidencia conduce a una conclusión obvia: si Inglaterra logra acceder a esa instancia, nadie querrá ir a la ceremonia para no perderse el gran partido. La crueldad del azar lo deja parado a contramano del patriotismo deportivo generalizado: Bernie será el único inglés que haga fuerza por los equipos que enfrenten a su selección. El problema es que, con el correr de los días, Inglaterra avanza en la Copa con la misma firmeza con que se desploman las finanzas familiares. Puede ocurrir, entonces, que el que iba a ser el mejor día de su vida se transforme en su peor pesadilla.

Con estos elementos tan simples, el cineasta inglés Paul Weiland ha construído una película admirable, una de las más conmovedoras que he visto en los últimos años. Se llama "En el '66" ("Sixty-six", en el original) y podría catalogársela como comedia dramática. Sin grandilocuencias, ajustándose en todo momento a un tono medido que no excluye el humor ni la emoción, apelando a un registro melancólico que oscila entre lo intimista y lo costumbrista, la película es el retrato agridulce de un viaje iniciático, una travesía interior en la que Bernie aprenderá que hacerse hombre trae aparejadas muchas más cosas que una fiesta. Así como el Ernie de "Verano del '42" se asomaba al dolor de la guerra y la muerte a través de su debut sexual, en este complicado verano del '66 Bernie descubrirá las aristas oscuras de la adultez: la decepción, el engaño, el resentimiento, la debilidad, el fracaso.

Historia de segundones -Bernie y Manny lo son o, al menos, así se sienten ellos- la película dibuja con notable agudeza y profunda ternura las dos caras de una misma incomunicación: los esfuerzos estériles de un niño que clama por atención y las tribulaciones de un padre que no sabe llegar a él. Desencuentro que, paradójicamente y merced a un inesperado giro argumental, comenzará tal vez a ser zanjado gracias a ese mismo fútbol que tanto angustia al contrariado Bernie.

Película deliciosa y emotiva, si fuera crítico de cine la calificaría con un "10" o un "excelente". Como no lo soy, me limito a recomendar su visión. Ningún espíritu sensible, me parece, podrá abstraerse a su encanto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Oye hombre no es para menos, la inseguridad tiene al hombre hecho un hobillo, es para no dormir si el carro duerme en la calle, este cuida lo poco que tiene.

Anónimo dijo...

Muy buena tu reseña.
Me encanto esta película
la recomiendo ampliamente
adiós